Château-Thierry, 1621 – París, 1695
El nombre de Jean de La Fontaine marca un tramo fundamental de la literatura francesa del Grand Siècle. Nacido en una familia acomodada proveniente del funcionariado de Luis XIII, y tras un breve paso por un seminario parisino, entró en contacto con el mundo cortesano —al que accede tras licenciarse en derecho— y la poesía, que comienza a practicar en su pueblo natal, declamando oculto en la espesura del bosque. Las tareas de gestión forestal heredadas de su padre en 1652 suponen una carga pero le permiten el contacto con un hábitat natural, escenario de sus Fábulas; «A menudo encontramos nuestro destino en los caminos que tomamos para evitarlo». Mantuvo una constante cercanía al poder: entre sus mecenas se contaron el influyente ministro Fouquet, así como varias de las nobles y favoritas de la corte de Luis XIV. Activo en el clima intelectual parisino, formó parte del llamado Cuarteto de la Rue du Vieux Colombier, junto a Molière, Racine y Boileau, en 1684 ingresó en la Académie française, donde tomó parte en las intrigas, políticas y estéticas, que dieron lugar a la querella entre antiguos y modernos. Inclinado hacia los primeros, basó su carrera en una personal relectura de los clásicos, pero también recuperó tradiciones no europeas, como en las Fables choisies, mises en vers, dedicadas al Delfín de Francia. Legó asimismo lúcidas piezas de teatro y cuentos, entre ellos una colección de relatos licenciosos que le ocasionaron problemas con la censura. En 1693, obligado a renegar de su obra erótica prometió dedicarse a «obras piadosas». Murió en 1695 el escritor al que Flaubert considerará el único de su época capaz de entender y dominar las texturas de la lengua francesa.
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