Buenos Aires, 1911 - Salvador de Bahía, 1997
La trayectoria estética y vital de Héctor Julio Páride Bernabó estuvo siempre marcada por un afán indagador y peregrino. Tras cursar bellas artes en Río de Janeiro, regresó a Buenos Aires, donde coincidió con Julio Cortázar en El Diario. Allí se unió al Grupo de Salta, cuyos integrantes orientaban su mirada artística hacia las culturas indígenas y afroamericanas. Carybé, que ya había perdido entonces todo interés hacia las experimentaciones vanguardistas, comenzó a viajar por Sudamérica —recorrió la selva del Chaco, Bolivia y Perú— y a reconocerse en un modo de ser más autóctono, caracterizado por la veneración de la madre tierra y la trascendencia del carnaval. Sin embargo, fue en Bahía (Brasil) donde se embebió en todo un torrente de cultos, tradiciones y legados artísticos que encauzó hacia su propia creación y que asumió como parte de su identidad. Enamorado de sus paisajes y sus gentes desde su primera visita en 1938, a los cuarenta años se radicó en Salvador, donde, en palabras de Jorge Amado, «echó raíces tan hondas como ningún ciudadano allí nacido y amamantado. Bebió con avidez esa verdad y ese misterio, e hizo de Bahía la carne de su carne y la sangre de su sangre».
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