Ernest Hemingway
Pere Ginard (Ilustraciones)
Ian Gibson (Epílogo)
En plena ofensiva fascista, en algún lugar del Ebro, un anciano parece anclado a un puente, incapaz de reaccionar. No se sabe si espera la muerte o huye de ella. Se ha visto forzado a abandonar su pueblo natal y lo ha perdido todo por culpa de la barbarie de la guerra. Mientras los republicanos evacúan el lugar, el narrador, un soldado encargado de reconocer las inmediaciones, se dirige a él:
—¿Y no tiene familia? —pregunté, observando el otro extremo del pontón, hacia donde bajaban de prisa, por la orilla del río, los últimos carros.
—No, solo los animales que mencioné. El gato, por supuesto, no tendrá problemas. Los gatos saben cuidarse, pero no quiero ni pensar qué pasará con los demás.
—¿Qué ideas políticas tiene? —pregunté.
—No tengo ideas políticas. Tengo setenta y seis años. He caminado doce kilómetros y no creo que pueda caminar más.
En una situación tan efímera como el encuentro en un puente entre un anciano y un soldado, Hemingway condensa la trayectoria de toda una existencia. Perfila, sin dibujarla, la línea de una vida anterior y sugiere, sin contarlo, lo que está sucediendo en ese mismo instante y las posibilidades que emergen de una vida futura —o truncada—.
Sin embargo, esta prosa sumergida se erige como la parte más importante de la historia. Más aún que la punta del iceberg: en apariencia, un relato sencillo sin acción; o el retrato de un héroe duro y resistente, elegante en el sufrimiento, como los que le gustaba retratar en sus obras.
Hemingway compuso este relato cuando trabajaba en España como corresponsal durante la Guerra Civil, a partir de una noticia que envió por cable el 17 de abril de 1938, Domingo de Resurrección. El viejo del puente vería la luz ese mismo año, en forma de relato y no de crónica, primero en la revista Ken Magazine, y poco después, como parte del libro Cuarenta y nueve primeros cuentos.
El epílogo de Ian Gibson, especialista en historia contemporánea, ofrece de forma precisa y rigurosa la contextualización de los hechos que subyacen bajo el cuento. Mientras que su pormenorizado análisis permite comprender los sucesos inmediatamente anteriores y posteriores a la acción del relato —la evacuación de Amposta—, la cronología que incluye la edición ofrece una visión general de la contienda:
Estamos en abril de 1938. España lleva veintidós meses sumida en una guerra civil, cada vez más despiadada por el decisivo apoyo de Hitler y Mussolini a los sublevados. El número de víctimas, tanto en los campos de batalla como en ambas retaguardias, asciende ya a centenares de miles.
El trabajo de ilustración de Pere Ginard, de tono quietamente dramático, es el complemento ideal del estilo de Hemingway. Para esta serie se ha inspirado tanto en los fotomontajes de John Heartfield y el cartelismo de la época, como en autores emblemáticos de la fotografía de guerra —Gerda Taro y Robert Capa— y la aplicación del color de su admirado Antonio López.
En este breve relato, instantánea de concisa elocuencia sobre las víctimas de la Guerra Civil española, se cifra la calidad de la obra de Hemingway. Fue precisamente la prosa extraordinaria de sus libros de relatos —«tersa y directa, que enseñaba a asumir la vida en su totalidad», en palabras de Enrique Vila-Matas— la que le granjeó el prestigio como escritor.
El viejo del puente es una obra excepcional que cuenta una única historia, la de las víctimas de cualquier conflicto, en dos registros; atractiva para expertos y profanos tanto en el tema de la Guerra Civil como en la literatura de Hemingway; que posee un valor testimonial por la base fotográfica de las ilustraciones, y que incluye los elementos necesarios para ubicar los hechos en el contexto histórico.
ISBN: 978-84-944942-6-0
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