Salto, 1878 – Buenos Aires, 1937
Fue periodista, maestro, constructor de canoas, casas y violines, cultivador de algodón, juez de paz, y uno de los primeros cuentistas de América Latina. Desde muy joven tuvo que sobrellevar una aciaga cadena de fatalidades que influyeron en el destino de su literatura; esta propende a lo trágico y deja traslucir su admiración por las obras de Poe, Maupassant, Ibsen y Dostoievsky. En 1900 viajó brevemente a París, donde visitó la Exposición Universal. Al volver publicó su primer libro, Los arrecifes de coral, cuyos versos están dedicados a Leopoldo Lugones; este lo invitaría en 1903 a integrar una expedición a las ruinas jesuíticas de San Ignacio, en Misiones. Dicha travesía supuso su primer contacto con la selva virgen, a la que tiempo más tarde Quiroga volvería una y otra vez para intentar establecerse con su familia. A esos años de soledad y de inimaginables esfuerzos se deben el ambiente, la intensidad y los argumentos de sus obras más conocidas: Cuentos de amor de locura y de muerte (1917), Cuentos de la selva (1918) y Los desterrados (1926). Las desavenencias matrimoniales, el fracaso de sus negocios y la enfermedad lo obligaron a volver cada tanto a Buenos Aires, donde a los cincuenta y ocho años se dio muerte con cianuro en la sala de un hospital.
Títulos publicados:
Las fieras cómplices
El salvaje