18 de octubre de 2016

El zorro se viste de otoño


Todas las bibliotecas cuentan, a partir de los libros que las componen, su propia historia. Y cada una es distinta. Esta, la nuestra, a veces refulge con el aura de un diamante; otras, recorre las calles de un París lluvioso o nos concede el don de la palabra para expresar lo inexpresable. 
Hoy inauguramos un nuevo espacio: una pequeña pero inusual biblioteca en la que podéis consultar todas nuestras novedades de otoño, tanto las que ya os esperan en librerías como las que muy pronto estarán disponibles.
Pero ya es tarde: sigamos al Conejo Blanco —abajo, abajo, abajo— a través de este interminable descenso por los anaqueles en los que descansan todas las historias.
Felices lecturas.

Ilustración: Pat Andrea


23 de junio de 2016

Literatura, arte y memoria viva


El viernes 17 de junio, en la librería La Memòria de Barcelona, conseguimos reunir en una sola mesa literatura, arte y memoria viva. Se trataba de la presentación del libro El viejo del puente, de Hemingway. Intervinieron el crítico literario Sebastià Bennasar, que ofreció la contextualización literaria de la obra; Pere Ginard, el ilustrador del libro; y Maria Estela Ferré, escritora y protagonista de los hechos que narra el relato. Un relato que nos emplaza en un puente de barcas sobre el río Ebro, en el año 1938. Allí un soldado republicano trata de convencer a un anciano de Amposta para que siga caminando y se aleje lo antes posible del inminente ataque aéreo de las tropas fascistas.   
















Maria Estela Ferré, también de Amposta, tenía seis años cuando, al igual que miles de personas “sin ideas políticas”, se vio obligada a abandonar su casa y huir del frente, de la guerra y de la muerte. Su testimonio, sin embargo, estaba lleno de crudeza y de esperanza, un mensaje que hacemos nuestro desde la editorial, y que también creemos presente en las ilustraciones realizadas por Pere Ginard a partir de fotografías de la Guerra Civil, expuestas en las paredes de piedra de esta librería de Gràcia hasta el día 15 de julio.

















Contamos con nuestros lectores para que este libro se convierta en un eslabón más de la cadena de encuentros imprescindibles que sirvan de marco para la reflexión y el diálogo sobre las víctimas de esta y todas las guerras.





















13 de junio de 2016

Hemingway no estuvo en Vinaròs (pero su prosa sí)


Ernest Hemingway (1899 - 1961) no es ningún caso el mejor novelista del mundo. Si analizamos el conjunto de su producción en este género, podemos encontrar muy pocas obras realmente brillantes o interesantes (Fiesta, Adiós a las armas, Islas a la deriva). En cambio, como cuentista, Hemingway es uno de los mejores de la historia. Al menos para mí. Creador de la teoría del iceberg —como él mismo explicaba, un relato es la parte emergente de un iceberg y todo lo que sugiere; el 90 % queda bajo el agua y tendrá que aportarlo el lector— , su libro Los cuarenta y nueve primeros cuentos tendría que estar en la estantería de cualquier autor que quiera escribir relatos. Algunos consideran que Hemingway era un tipo mucho más preocupado por su imagen pública que por su escritura, pero al leer sus relatos —así como las novelas mencionadas y el sensacional libro de ¿memorias? París era una fiesta— cualquiera se da cuenta que no tiene razón los que afirman esto, o como mínimo, que no tienen razón en cuanto al Hemingway anterior a 1936-1939.

















Entre toda la producción cuentística de Hemingway hay un texto que me robó el corazón y que aprovecho en todos los cursos de escritura que hago: El viejo del puente, una pieza de 1938 que resume perfectamente los horrores de todas las guerras en el personaje de un pobre viejo que ha andado doce kilómetros desde Sant Carles de la Ràpita hasta un puente de barcazas encima del Ebro, y que ya no puede más. Todo el horror de las guerras se concentra en poco más de dos páginas de perfecto diálogo.




Ahora este cuento ha sido publicado como pieza individual por Libros del Zorro Rojo. Se recupera así la excelente traducción que Jodri Arbonès hizo de los relatos de Hemingway —se habla de ello en la magnífica correspondencia mantenida con Manuel de Pedrolo a lo largo de muchos años — y el libro se acompaña de un epílogo de Ian Gibson que contextualiza el relato, y de una cronología de la Guerra Civil para enmarcarlo.

















Lo importante del libro, como es habitual en esta casa, son las sensacionales ilustraciones realizadas por Pere Ginard expresamente para la obra. En ellas pone rostro a este hombre derrotado descrito por Hemingway, pero también al horror de la guerra: un trabajo que bebe de las fotografías clásicas de la época y que convierte el libro en una pequeña obra de arte de esas que te llaman por sí solas.
















Me pasó el fin de semana en Vinaròs. Yo estaba a punto de pedir a Mariola Nos que me dejara imprimir el cuento de Hemingway para poder leerlo a las alumnas del taller de relato breve que montó en su librería —Bolaño, otro de los autores que siempre hago leer junto con Quim Monzó, Manuel Moya, Alice Munro o Carson McCullers; diría que su existencia (la de la librería) es un milagro que lleva a pensar que la humanidad hace un paréntesis en su camino a la perdición— cuando me giré y allí, en el estante, estaba El viejo del puente, con una portada que parece de western, una tipografía de cine y el reclamo de los grandes nombres en la portada.






     —Este libro tiene que ser mío —le dije a Mariola, supongo que con la cara que ponen los piratas cuando finalmente encuentran el tesoro.

Y ella lo entendió, porque su pequeña librería está llena de tesoros. Libros ilustrados, poemarios, ensayos de raros cerebritos valencianos que desde Fuster han revolucionado el arte de pensar, un sofá que ha acogido los culos más leídos de nuestra literatura, paredes con cuadros, un reloj que da las horas cuando quiere y gente fantástica que escribe sobre la primera máquina de escribir que llegó al pueblo de contrabando, a la playa de los años cincuenta, en un barco pesquero lleno de langostinos o de viudas alemanas… El espacio es mágico, tanto como este cuento que se tiene que leer y releer porque Hemignway, en 1938, ya se anticipó a todas las guerras. Finalmente el libro fue mío y ahora, con letra grande y con el tesoro encontrado de Pere Ginard, pasa a formar parte del único patrimonio que vale la pena: el de los libros que guardaremos por siempre jamás en el estante.

Sebastià Bennasar

1 de mayo de 2016

Cuaderno de vacaciones

Carlos Grassa Toro















Isidro Ferrer (Ilustraciones)



«¿A qué habitación de tu casa te llevarías una isla desierta?».




Este no es un cuaderno para hacer en vacaciones, nos explica su autor, Grassa Toro. Es un cuaderno para hacer que sea vacaciones cuando quieras que sea vacaciones. Algunas de sus actividades se hacen con las manos, otras con la cabeza o con los pies; unas pocas solo se pueden hacer una vez, y la mayoría, dos mil cuatrocientas veinticuatro veces.



















Un cuaderno en el que una nube puede convertirse en la montura perfecta con la que surcar el cielo, el el que compiten ciclistas de cabezas poligonales (el equipo de la Bauhaus) y en el que el orden equivale al aburrimiento.

















Con juegos en lo que todo es posible, este libro nos invita a crear e interactuar con los mundos inauditos de Isidro Ferrer: mundos de lápiz, gubia y cincel. Una travesía náutica para todo tipo de marineros y marineras, e incluso para adultos con mal genio y gafas.

Tamaño: 22,1 x 30; 56 pp.; Rústica
ISBN: 978-84-945123-1-5
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26 de abril de 2016

Knock Out. Nueva edición

Jack London















Enrique Breccia (Ilustraciones)



















«En los primeros rounds, la cosa será feroz. Es la especializad de Pinta. Es un bruto que intenta todos los golpes juntos, un torbellino que quiere tumbar al otro en los primeros rounds».





















Libros del Zorro Rojo reedita, en un nuevo formato, esta magistral antología de relatos de Jack London sobre boxeo, ilustrada por Enrique Breccia. Las tres historias que integran el volumen son un reflejo del interés que profesaba el escritor norteamericano hacia el pugilismo, deporte del que fuera aficionado en su juventud y, ya en su madurez, cronista en la prensa gráfica. 


















«El combate» («The Game») fue publicado por entregas entre abril y mayo de 1905 en The Metropolitan Magazine. Esta novela breve recrea un suceso del que London fuera testigo: el fatal desenlace de un boxeador en el West Oakland Club. La obra provocó numerosos titulares en la prensa norteamericana por parte de algunos críticos que rechazaron su final; la polémica cesó cuando Jimmy Britt, campeón mundial de peso ligero, reconoció que London sabía muy bien de qué hablaba y lo invitó a mediar como referee en su combate ante Battling Nelson. London declinó finalmente la propuesta pero se aseguró un lugar en primera fila cubriendo la pelea para The Examiner. 























«Un bistec» («A Piece of Steak»), escrito entre abril y mayo de 1909, costó 500 US$ a The Saturday Evening Post y fue publicado en noviembre de ese mismo año. El relato narra la historia de Tom King, un veterano boxeador, cuya familia se encuentra azotada por el hambre. La noche del combate, su mujer ayuna y envía a los hijos a dormir sin cenar para que Tom pueda comer un plato de gachas y enfrentarse a Sandel, joven y ascendente luchador. «Un bistec» está considerado entre los mejores relatos de boxeo que se hayan escrito.






















«El mexicano» («The Mexican») fue vendido por 750 US$ a The Saturday Evening Post y publicado en agosto de 1911. London escribió la historia durante el inicio de la Revolución mexicana,inspirándose en la vida de Joe Rivers, pseudónimo de José Ybarra, un boxeador en el exilio que destinaba lo recaudado en sus peleas a la causa revolucionaria. 





















En estas historias, London desarrolla toda su capacidad para retratar con ejemplar claridad lo que sus personajes oyen, sienten y ven, intuyendo sus emociones y transmitiendo al lector, mediante una escritura sobria, la sensación de ansiedad, peligro y desesperación. La vez que fue interrogado sobre su estilo, London refirió que su método consistía simplemente en «descubrir la auténtica maravilla de las cosas». A lo largo de su obra, subyace una crítica contundente, objetiva y profunda hacia la cultura occidental. El lector de Marx, Darwin y Nietzsche, el vagabundo de los muelles de Oakland, el boxeador aficionado, el buscador de oro en Alaska, supo entender que la sociedad no era menos dura y cruel que la naturaleza. Y en esa convicción fundó su literatura. 


















Knock Out es el segundo de los tres títulos de Jack London que ha publicado Libros del Zorro Rojo. El primero fue Koolau el leproso, ilustrado también por Enrique Breccia, y el tercero, la novela postapocalíptica La peste escarlata, ilustrada por Luis Scafati. En esta ocasión, Breccia ha dedicado dos años a realizar una magnífica serie de ilustraciones en blanco y negro que recrea con maestría, a través de una intensidad expresiva inusual, los ambientes y el fragor descritos por London. Como señala el crítico Andrés Accorsi, Breccia «maneja como pocos los espacios de la viñeta, la página o el lienzo y ofrece una miríada de elementos o apenas un par de líneas que esbozan un paisaje desierto, según le siente mejor a la historia que quiere contar».

Traducción: Patricia Willson


Tamaño: 21,5 x 14,4; 136 pp.; Rústica con solapas
ISBN: 978-84-944375-9-5
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31 de marzo de 2016

El viejo del puente

Ernest Hemingway


















Pere Ginard (Ilustraciones)
Ian Gibson (Epílogo)

En plena ofensiva fascista, en algún lugar del Ebro, un anciano parece anclado a un puente, incapaz de reaccionar. No se sabe si espera la muerte o huye de ella. Se ha visto forzado a abandonar su pueblo natal y lo ha perdido todo por culpa de la barbarie de la guerra. Mientras los republicanos evacúan el lugar, el narrador, un soldado encargado de reconocer las inmediaciones, se dirige a él: 

  —¿Y no tiene familia? —pregunté, observando el otro extremo del pontón, hacia donde bajaban de prisa, por la orilla del río, los últimos carros. 
—No, solo los animales que mencioné. El gato, por supuesto, no tendrá problemas. Los gatos saben cuidarse, pero no quiero ni pensar qué pasará con los demás. 
—¿Qué ideas políticas tiene? —pregunté. 
—No tengo ideas políticas. Tengo setenta y seis años. He caminado doce kilómetros y no creo que pueda caminar más.

















En una situación tan efímera como el encuentro en un puente entre un anciano y un soldado, Hemingway condensa la trayectoria de toda una existencia. Perfila, sin dibujarla, la línea de una vida anterior y sugiere, sin contarlo, lo que está sucediendo en ese mismo instante y las posibilidades que emergen de una vida futura —o truncada—. 

Sin embargo, esta prosa sumergida se erige como la parte más importante de la historia. Más aún que la punta del iceberg: en apariencia, un relato sencillo sin acción; o el retrato de un héroe duro y resistente, elegante en el sufrimiento, como los que le gustaba retratar en sus obras.

Hemingway compuso este relato cuando trabajaba en España como corresponsal durante la Guerra Civil, a partir de una noticia que envió por cable el 17 de abril de 1938, Domingo de Resurrección. El viejo del puente vería la luz ese mismo año, en forma de relato y no de crónica, primero en la revista Ken Magazine, y poco después, como parte del libro Cuarenta y nueve primeros cuentos.



El epílogo de Ian Gibson, especialista en historia contemporánea, ofrece de forma precisa y rigurosa la contextualización de los hechos que subyacen bajo el cuento. Mientras que su pormenorizado análisis permite comprender los sucesos inmediatamente anteriores y posteriores a la acción del relato —la evacuación de Amposta—, la cronología que incluye la edición ofrece una visión general de la contienda:

Estamos en abril de 1938. España lleva veintidós meses sumida en una guerra civil, cada vez más despiadada por el decisivo apoyo de Hitler y Mussolini a los sublevados. El número de víctimas, tanto en los campos de batalla como en ambas retaguardias, asciende ya a centenares de miles.

El trabajo de ilustración de Pere Ginard, de tono quietamente dramático, es el complemento ideal del estilo de Hemingway. Para esta serie se ha inspirado tanto en los fotomontajes de John Heartfield y el cartelismo de la época, como en autores emblemáticos de la fotografía de guerra —Gerda Taro y Robert Capa— y la aplicación del color de su admirado Antonio López.




En este breve relato, instantánea de concisa elocuencia sobre las víctimas de la Guerra Civil española, se cifra la calidad de la obra de Hemingway. Fue precisamente la prosa extraordinaria de sus libros de relatos —«tersa y directa, que enseñaba a asumir la vida en su totalidad», en palabras de Enrique Vila-Matas— la que le granjeó el prestigio como escritor.













El viejo del puente es una obra excepcional que cuenta una única historia, la de las víctimas de cualquier conflicto, en dos registros; atractiva para expertos y profanos tanto en el tema de la Guerra Civil como en la literatura de Hemingway; que posee un valor testimonial por la base fotográfica de las ilustraciones, y que incluye los elementos necesarios para ubicar los hechos en el contexto histórico.


Tamaño: 16,5 x 24 cm; 96 pp.; Cartoné con sobercubierta
ISBN: 978-84-944942-6-0
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Ernest Hemingway

Illinois, 1899 - Idaho, 1961




















Comenzó su carrera como escritor en un periódico de Kansas City a la edad de diecisiete años. Al estallar la Primera Guerra Mundial se alistó como voluntario, hasta que fue herido de gravedad en 1918. Su experiencia como reportero durante la Guerra Civil española le ofreció el escenario para una de sus novelas más ambiciosas, Por quién doblan las campanas (1940). La obra de Hemingway, un clásico en la literatura del siglo xx, ha ejercido una notable influencia tanto por la sobriedad de su estilo como por el retrato de época. Entre sus últimos trabajos destaca El viejo y el mar (1952), su obra más famosa, que ganó el Premio Pulitzer en 1953. Recibió el Premio Nobel en 1954.

30 de marzo de 2016

Pere Ginard

Mallorca, 1974





















Ilustrador, cineasta y cofundador del estudio multidisciplinar Laboratorium. Estudió Bellas Artes en la Universidad de Barcelona e Ilustración en la Escuela Massana. Como ilustrador ha obtenido numerosos premios, como el Injuve 2000, el de Álbum Infantil Ilustrado Ciudad de Alicante y el Junceda de ilustración infantil-juvenil. Sus trabajos se han expuesto en la Feria del Libro Infantil de Bolonia, el Itabashi Art Museum de Tokio y el Nami Concours de Corea.

www.pereginard.com

Carta al mundo y otros poemas

Emily Dickinson

















Isabelle Arsenault (Ilustraciones)




















«¡Soy Nadie! ¿Quién eres tú?
¿Eres — Nadie — también?
¡Entonces somos dos!
¡No lo digas! Lo divulgarían —
¡ya sabes!»





















Esta hermosa edición incluye una nueva y excelente traducción, así como una reinterpretación gráfica de siete de los poemas más famosos de Emily Dickinson realizada por Arsenault, una artista contemporánea que, a través de sus ilustraciones de técnica mixta, acerca a los lectores de hoy la extraordinaria singularidad de la poesía de esta figura de la literatura universal.



















Emily Dickinson era una gran poeta cuya vida continúa siendo un misterio. Sus poemas breves, intensos y contradictorios nos revelan un alma enigmática. Por ello su obra no puede abordarse con un criterio puramente textual. Isabelle Arsenault muestra una rica comprensión de su poesía, creando una meditación sutil sobre la vida de Dickinson y cómo esta influye en su verso.  



















El libro comienza con la escritura de una carta —su carta al mundo—, que enraíza y florece en las sugerentes visiones de los poemas siguientes. Visiones quiméricas de desesperación y muerte; espejismos de inmortalidad, amor y locura; y, finalmente, ilusiones de esperanza y de encomio al poder de la creatividad. Visiones de ensueño que nos embarcan a través del mundo interior de Emily como materia poética, presente a lo largo de su obra. 






















Esta edición reúne los elementos literarios y estéticos necesarios para hacer la poesía de Dickinson accesible a los principiantes, así como para aquellos que deseen disfrutar del complemento visual ideal a las palabras que esta poeta inclasificable dejó al mundo. 



Traducción: María Negroni
Tamaño: 14 x 23,5 cm; 64 pp. Cartoné encuadernado en tela
ISBN: 978-84-945123-0-8
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Emily Dickinson

Massachusetts, 1830 - 1886






















Emily Dickinson es una figura legendaria de la literatura. Gran lectora de los clásicos, tenía conocimientos de ciencia y de música, y su genio fue más allá de los convencionalismos de su época. Excluida del mundo en su habitación, se comunicó con unos pocos elegidos, principalmente por medio de cartas que incluían fragmentos en verso. A pesar de su aislamiento, su poesía trasmite una infinitud y una libertad que ha conquistado a lectores de todo el mundo. La mayor parte de su obra se publicó después de su muerte, en 1886.

Isabelle Arsenault

Quebec, 1978




















Estudió diseño gráfico en la Universidad de Quebec, Montreal. Su trabajo como ilustradora le ha merecido el reconocimiento internacional, con numerosos premios y distinciones, entre ellos el prestigioso Governor General de literatura infantil de Canadá. Su estilo está impregnado de sensibilidad y delicadeza que atrae por igual a niños y adultos. En la actualidad colabora con numerosos periódicos y revistas de Norteamérica y reside en Montreal con su marido y sus dos hijos.

29 de marzo de 2016

El cielo sobre Berlín

Sebastiano y Lorenzo Toma
















El cielo sobre Berlín es la obra maestra de Wim Wenders y uno de los éxitos internacionales más importantes del cine alemán. Monólogos de fuerte lirismo conforman el lenguaje poético con el que se profundizan dilemas humanos como la existencia, la finitud, la soledad o el amor. 

Un ángel se rebelará contra su fría forma de existir (que Wenders transmite en el lenguaje fílmico a través del uso del blanco y negro), conmovido por los efectos que el amor hacia una trapecista de circo encenderá en él. El vuelo perpetuo y en solitario será trocado por otro bien diferente: finito y de a dos. La experiencia humana atravesará a aquel que renuncie a ser un eterno testigo de vivencias ajenas («Mirar no es contemplar desde lo alto, es mirar a la cara, de igual a igual»), para sentir en la carne el dolor y el júbilo, el frío de la pérdida o el calor de una caricia correspondida, en el laberinto de la felicidad compartida. 


















En la película, el escenario es el Berlín de los últimos años del muro. Ciudad de escombros y de espacios vacíos, este es, empero, el territorio conquistado por la libertad. Los habitantes hacen magia entre los escombros: Wenders lo sabe y allí mismo, en un descampado fangoso, sitúa el circo en donde la trapecista surca los aires con elegancia ante la azorada mirada del ángel, que empezará a desear. 

El espacio vacío es algo tangible en este Berlín. Apropiarse del espacio —los vecinos creando huertos espontáneos que vivifiquen los baldíos; las pinturas haciendo hablar a los muros, a las paredes de los edificios— y del tiempo —el ángel asumiendo la finitud para vivir un tiempo pleno— resulta fundamental: «Entrar al río es entrar al vacío, sin la otra orilla como horizonte palpable. El río del tiempo, el río de la vida». En este sentido, el dilema —de Berlín, de la existencia del ser humano— cobra un valor imperecedero que excede el tiempo del film














Sebastiano y Lorenzo Toma actualizan la vigencia de esta hermosa obra, reescenificándola en el Berlín del presente, en donde un ángel elegirá perder su armadura y la fijeza de sus alas, para que sean las alas del deseo («Crecerán alas nuevas en el lugar de las viejas») las que guíen sus pasos hacia el destino del amor. Ese amor que, en palabras de Joseph Roth, «no nos ciega, como dice el absurdo refrán, sino que, al contrario, nos abre los ojos», y que en el lenguaje fílmico de Wenders, abre la mirada del ángel a la fiesta de los colores en el amarillo de un cartel, el azul del cielo, el rojo de un vestido.














Desde la puesta en escena, el proceso creativo de esta novela gráfica ha seguido las líneas artísticas de la película: acróbatas y actores —algunos participantes del film original— representaron las acciones que, a través de fotografías, sirvieron como modelo para el trabajo de ilustración. Este, además, reproduce en blanco y negro el lenguaje del cineasta alemán. Con ellos se entrelaza el ocre, moderado, como elemento novedoso de un Berlín ya sin muro (aunque la cicatriz, indeleble, perviva): el otoño como parte del renacer, como primavera invertida.

La aventura de vivir supone los riesgos de la existencia. La experiencia del amor abre la dimensión de otra forma de eternidad, ya sin cadenas: «Sucedió una vez y, por ende, para siempre».




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